Con frecuencia la tendencia emocional
occidental hace de nuestra cultura el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos
de los demás, ejerciendo
una influencia negativa en el tratamiento mediático. Frente a tales comportamientos eurocentristas (etnocentrismo), el
historiador británico Joseph Needham (1975), señala que todas las culturas
deben situarse “en el mismo plano, sin diferencias ni desigualdades”.
Por su parte, el imam
suni Alí Reza (2002) suscribe que “los occidentales con excesiva frecuencia
tienden a contemplarse como los portadores de la universalidad y superioridad
de una civilización que consideran única. Esta visión eurocentrista constituye
una amenaza constante, pues desde tal perspectiva son considerados irrelevantes
y erróneas las tradiciones culturales y sociales de otros pueblos”, así como que:
“el auge de la ciencia y la tecnología modernas [...] ha dado a americanos y europeos
una psicología casi inconsciente de dominio”.
No se trata de ser políticamente correctos o
de intercambiar un adjetivo calificativo por otro, si queremos entender y
hacernos entender, parece necesario y natural reconocer los códigos socioculturales
que nos rodean, y en este caso como la de cualquier otra
civilización,
habrá que estar impuesto en el significado, desarrollo y
realidad del islam, así como la detección y prevención de la manipulación
política, para alcanzar el conocimiento de la cultura e idiosincrasia musulmana.
Esa comprensión, y el
uso adecuado de los conceptos cuando nos referimos al terrorismo,
radicalización o extremismo, es un elemento decisivo para entender a los distintos
actores políticos que intervienen. La politización mediática y terminológica del
momento también forma parte de la distorsión del mensaje: los términos se usan
dependiendo del contexto y los objetivos políticos, a lo que habría que añadir rumores
y noticias falsas (fake news) que circulan en la red, y la rapidez y ubicuidad
de los medios de difusión a través de internet.
El terrorismo constituye un lenguaje violento
que requiere de la comunicación para poder subsistir, pero en ocasiones, los
medios de comunicación social han magnificado la violencia terrorista con
inclinación al sensacionalismo, beneficiándose con ello los violentos. Como
muestra, podríamos citar una entrevista de la cadena americana CNN (marzo de
1997) a Osama Bin Laden (1957-2011) en la que se le preguntaba por sus planes
futuros respondiendo: “sabrá de ellos a través de los medios, Dios mediante”.
Las sociedades democráticas tienen que pagar
una pequeña cuota de su libertad en la lucha contra el terrorismo, de manera
que los medios sepan silenciar los mensajes de los terroristas, renuncien a
parte de sus ganancias a cambio de no hacer propaganda a los apologistas del
terror, y constituirse en herramienta de contra propaganda.
Tanto los profesionales de los medios como la
ciudadanía en general, permaneceremos en alerta para no ser manipulados
informativamente. La prensa tiene la responsabilidad de no presentar a los
terroristas de la manera que pretenden, y en todo caso, mostrarán su salvaje
crueldad, no pudiendo mostrar neutralidad, y aunque no tienen compromiso directo en su
erradicación, tienen responsabilidad moral basada en los principios y valores.
Los medios deben ser más responsables con el terrorismo
(Foto: The Conversation, 04/04/2017).
Los atentados del 11 de septiembre de 2001 en
Nueva York, se puso de primera actualidad el mundo musulmán en general. Desde
entonces, cabe reconocer que sobre el terrorismo islamista, la información que llega
a la opinión pública a través de los medios de comunicación, está marcada con demasiada
frecuencia, por ideas preconcebidas cuando no de posturas ideológicas inadecuadas.
La batalla contra el terrorismo se empieza a perder en las tertulias y en
los medios de comunicación, adoptando su terminología, al terrorismo hay que hacerle frente sin banalizaciones, y nunca
utilizar conceptos que beneficie los objetivos de esos execrables delincuentes,
y la
retórica de los islamistas radicales se palia con el conocimiento de los
principios que rigen la civilización musulmana, debiéndose utilizar aquellos conceptos
que contrarreste el discurso de los movimientos terroristas, y en concreto
proponemos:
·
No
utilizar terminología que en muchos casos amplifican y/o enaltecen la retórica
del terrorismo como: “estado islámico”, “organización”, “reclutamiento”,
“combatiente”; y voces extravagantes como “lobo solitario”, “radicalizaciones
express”, “atentados low cost” (bajo costo), … ; así la referencia a atentados “low cost” banaliza con un término
mercadotécnico una acción terrorista. No hay atentados de “bajo costo” sino
realizados con capacidades blandas o de poca sofisticación operativa.
·
Restringir
y cuestionar términos que parecen ofender a los “musulmanes clásicos”, como
“yihadista”, “fundamentalista”, “integrista”, ….
·
Evitar la utilización como si fueran sinónimos y
con una tendencia fácil a ligarlas con el terrorismo, los términos como:
musulmán, árabe, islámico, ….
REFERENCIAS
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