lunes, 20 de agosto de 2018

Carta abierta de África a la Comunidad Internacional. (Por Fernando Montoya)










Estimada Comunidad Internacional:

Soy África, sí, el segundo continente  más grande del mundo, situado al sur de Europa y separada por un estrecho, tan estrecho, que apenas alcanza  los 15 Kilómetros, pero que parecen miles, a tenor de las diferencias abismales que existen entre un continente y otro y que bien nos podía aproximar alguno de los proyectos, tipo  túnel y/o puente, que tanto tiempo llevan en estudio. Probablemente no debe de ser tan prioritario como el euro túnel, de una longitud de 50,5 Kilómetros (39 submarinos), abierto allá por el 6 de mayo de 1994 y que une a Francia y Reino Unido favoreciendo el tránsito de personas y mercancías entre isla y continente; qué bien  nos vendría a nosotros ¡Sí, soy el continente que se define como diversidad y que se estudia como unidad.



Tampoco el desierto del Sahara, el más cálido del mundo y el tercero más grande, con 1.800 Km, s de longitud entre el mar Rojo y el Océano Atlántico, favorece el contacto humano, al originar un subcontinente, el subsahariano, que me fracciona en dos partes claramente diferenciadas.
Ni siquiera nuestro litoral nos ayuda en nuestras relaciones personales y económicas, al carecer de puertos naturales o ríos navegables desde el mar.

Si  a lo anterior unimos que las potencias europeas nos trazaron fronteras artificiales y porosas podremos entender la afirmación que sobre nosotros hace  el  analista Robert Kaplan  en su libro ¨La venganza de la geografía¨ al afirmar que la naturaleza ha colocado demasiadas piedras en mi camino.

Las décadas de los 60/70 del pasado siglo, tras dos de colonizaciones, fueron los de nuestras independencias nacional, y nos dejasteis unas estructuras de estado que sólo han evolucionado hacia la corrupción y a las trampas legales para permanecer en el  poder las élites que vosotros orientasteis y que no han hecho más que ahondar en  un reparto injusto de la riqueza y un aumento de las desigualdades sociales. Así no es de extrañar que desde el año 2010 hasta ahora, se hayan multiplicado las protestas ciudadanas: podríamos estar en la primavera africana.







Somos 1.215 millones de habitantes, con un elevado porcentaje de menores de 15 años (cerca del 40%), repartidos en 55 naciones, cada una con su diversidad, con su cultura. Esa es nuestra fuerza, nuestro futuro, si bien nuestra corta esperanza de vida (59 años de media) nos lastra.

No nos gusta emigrar y si lo hacemos obligados por necesidades económicas, sociales o conflictos armados, nos dirigimos mayoritariamente hacia nuestros centros urbanos más desarrollados y con el único fin de poder volver un día a nuestra tierra. Europa, no es una opción determinante como lo demuestra el dato de que en el año 2015, el 14% de las llegadas a Europa,  sólo unos 150.000, fueron africanos; cantidad mínima si tenemos en cuenta nuestra población total. Algo habrá tenido que ver también las dificultades que tenemos para seguir empleando tanto  la ruta del oeste, vía Senegal, por la vigilancia de las autoridades de este país y de las de Mauritania y Marruecos,  como la central, vía Mali, por los conflictos bélicos del país y la de Libia, por el estado situación de este país tras la primavera árabe y que nos enfrenta a mafias que nos degradan como personas. Con todo, seis de los diez países con más desplazados y refugiados del mundo en el pasado año, tuvieron matiz africano (Somalia, Sudán, Sudán del Sur, República Democrática del Congo, República Centroafricana y Eritrea.).Datos de ACNUR indican que en estos momentos atiende a más de 4 millones de refugiados y a más de 12 millones de desplazados.

Según el Banco Mundial, mi continente es una de las regiones del mundo con mayor crecimiento aunque la senda iniciada está sufriendo una desaceleración (del 4,6% de 2014 al 3,4% del 2015), la renta per cápita es escasa y  aunque el índice de pobreza extrema ha caído del 57% en el año 1990 al 43% en el 2012, estamos en limites tan intolerables como injustos.

Somos ricos potenciales ya que poseemos el 75% del cobalto mundial, el 46% de los diamantes, el 44 % del cromo, el 32% del magnesio y oro, el 24% de los fosfatos, el 20% del uranio, el 18% de la bauxita, el 14% del cobre y el 11% del petróleo, el 55% del cacao y el 19% del café, pero somos pobres reales. Parece ser que somos incapaces de explotar nuestros propios recursos. Países como China, con su penetración silenciosa, Estados Unidos, a través de asentamientos militares estratégicos y la vuelta de Francia a sus zonas de interés, lo están haciendo por nosotros.







La Unión Europea desarrolló, a principios del año 2004, la Política Europea de vecindad  que prácticamente sólo ha quedado en una declaración de buenas intenciones. No nos mandéis recursos financieros que se pierden en el camino; prefiero que consolidéis proyectos.

También la huida de capitales, que supone para mí una reducción de la inversión doméstica del 16%, así como los flujos financieros ilícitos, están lastrando el presente y el futuro de mi continente;  no olvidéis que vosotros sois los colaboradores necesarios.
Tampoco en el aspecto sanitario somos muy afortunados; así mientras en Europa Occidental hay 1,6 hospitales por cada 100.000 habitantes o en Asia Central de 3,4, nosotros tenemos tan sólo 0,7 y respecto a médicos contabilizamos sólo 32 por cada 100.000 habitantes. Cierto que nos ayudáis cuando surge una epidemia como la del ébola, pero nos abandonáis para salir de estas crisis que nos empobrecen aún más.

También nos gustaría tener una representación mayor en Naciones Unidas, de acuerdo a nuestro peso mundial; que atendierais nuestra propuesta de allá por el año 2005 y que consistía en aumentar de tres a siete mis representantes en un Consejo de Seguridad que pasaría a  tener 27 miembros, de los que dos serían con carácter permanente y por lo tanto con derecho a veto. Hasta hoy la respuesta es nula, pero todo se andará.

Para concluir, no se me escapa la multiplicidad de conflictos armados  que tenemos, algunos de ellos muy enquistados y de difícil solución. Lo que vosotros denominasteis primavera árabe, que ha afectado fundamentalmente a mi ribera mediterránea, lo único que ha conseguido es crear más desestabilización y en el caso de Libia, un país ingobernable que de seguir así, tendré un conflicto como el de Siria, y mayor desarrollo del terrorismo, del tráfico de armas y de desplazados. Sudán del Sur, también me preocupa ya que podría acabar como un estado fallido y ser la cápsula iniciadora de una guerra civil más amplia en mi centro, que podría afectar, fundamentalmente, a la República Democrática del Congo y a Uganda (con presencia de grupos terroristas en frontera de Sudán del Sur  y amenaza de Al- Shabaab).

Con todo, seguro que en los próximos años, mi continente, será el escenario de algunos de los desarrollos más importantes a nivel mundial, empujado por un crecimiento importante de su población, por la modificación de sus modelos económicos y por la reconfiguración de mis  estados. Ese es mi deseo y que más pronto que tarde será una realidad.

Un saludo cordial. África.




Fernando Montoya Cerio